Más allá de lo vial
Las graves molestias viales causadas por el plantón contra el fraude electoral son poca cosa comparadas con las diarias y afanosas violaciones a lo institucional y a lo legal que durante años y, sobre todo, en los meses electorales recientes, han cometido el gobierno federal y sus aliados dominantes (empresarios, clero político, yunquismo y medios de comunicación cómplices y bien pagados). Acostumbrados a pegar y luego negociar -sobre hechos consumados, es decir, sobre presidencias impuestas-, los golpistas electorales se declaran estupefactos porque a causa de la cadena de agravios que fueron cometiendo hay ahora una reacción organizada que va más allá de lo electoral y se instala en el terreno de la movilización social y del debate ideológico.
Entender la dimensión de la protesta contra la defraudación electoral es difícil cuando se atienden solamente los detalles de lo inmediato, de la molestia por las tardanzas y los impedimentos, de la congestión vehicular y del incumplimiento de citas, compromisos y labores. Esa natural preocupación por lo urgente (la vialidad más o menos transitable) ha pegado incluso a segmentos de seguidores del movimiento lopezobradorista, quienes consideran que la obstrucción de avenidas capitalinas principales genera descontento y mina la base social de apoyo a quien ha sido el candidato presidencial de una coalición encabezada por el PRD.
Difícil, rasposa y controversial , la toma del asfalto más preciado del país es una confirmación de que el movimiento de defensa del voto ciudadano no está dispuesto a venderse o a entrar en negociaciones turbias de las que el líder actual salga convertido en héroe cívico a conveniencia de los intereses que decía combatir. Hay una definición (un deslinde, un despunte) que va más allá de lo electoral y lo partidista, y por ello es que en principio esa determinación de dar pasos firmes hacia delante crea conflicto y confusión en quienes pudieran haber creído que ganar el poder para un proyecto distinto (con todo y sus múltiples y densas contradicciones y errores) sería un simple picnic electoral a cuyo final los poderes confabulados aceptarían por las buenas su derrota y transferirían, con estilo suizo, el gobierno al contrincante estigmatizado.
Siendo un reto a lo establecido y, en el fondo, un avance hacia escalones más altos de la lucha social, el movimiento tendido desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos generará una reacción más encendida y peligrosa de esos intereses dominantes que se sienten íntimamente agraviados por el plantón popular (hay ricos que consideran una imperdonable violación a sus fueros que el campamento haya cruzado las vías férreas que pasando Paseo de la Reforma y Periférico, rumbo a las Lomas, han constituido una especie de frontera entre la gran riqueza y el resto de la ciudad). Ese enfurecimiento de clase va más allá de la explicable irritación colectiva por los problemas viales en sí: ya antes en esos ámbitos de extremo lujo se solía hablar de asesinatos políticos como soluciones baratas al conflicto social; ahora la tentación de la violencia inducida es casi una obligación reivindicatoria para los privilegios confrontados.
Los riesgos de la violencia están a la vista. Como en la etapa del desafuero, Vicente Fox escucha protestas por donde quiera que va. Ayer, en Aguascalientes -otro de los estados de gran rapacidad panista- hubo coros promoviendo el recuento de votos. En otras entidades, como Durango, policías locales y miembros del Estado Mayor Presidencial obstruyen a manifestantes, como quedó grabado en este video . Pero, sea porque en efecto hay movimientos que llaman a sospecha y a alarma, o porque la tensión aguza la vista y acaso magnifica detalles, hay ciudadanos que creen percibir maniobras raras. Lectores identificados, pero cuyo nombre será guardado en secreto por esta columna, reportan que por el rumbo de Tepito se están organizando grupos de choque para provocar y, en su caso, desalojar a quienes están en campamento contra el fraude electoral. A otro lector, que ayer venía del aeropuerto capitalino por Viaducto, le llamó la atención ver cinco camiones del Ejército que llevaban soldados vestidos de civil, lo cual "no sería extraño por sí mismo, pero sí el que en uno de ellos venían todos los soldados vestidos como campesinos, soldados maduros usando sombrero de faena de campo; en otro venían únicamente soldados adolescentes, vestidos como chavos banda, y en los otros camiones venían combinados".
De algo sí hay que estar absolutamente seguros: el conflicto político y social de hoy no es, de ninguna manera, un problema vial, y lo que está en juego no son las molestias o incomodidades de unos cuantos días o semanas, sino el futuro de una nación secuestrada por unos cuantos bucaneros tripulantes de poder que obviamente no quieren soltar pacíficamente la conducción del vehículo que tantas ganancias les ha dado.
Astillas:
Según el reportaje de Mary Lou Dabdoub, publicado en la revista Contenido de julio de 1988 (de la que ya se publicaron extractos aquí), "una señora elegante, como de 50 años de edad, planteó objeciones prácticas" a los instructores de la Resistencia Civil Activa y Pacífica (Recap) que organizaban panistas, entre los que estaban Salvador Carranza Abascal, Héctor Valenzuela y Rodrigo y Fernando Amerlinck: "¿Cómo protestar en público, masivamente, sin afectar los derechos de terceros, por ejemplo los automovilistas que soportan embotellamientos provocados por las marchas y manifestaciones?" Uno de los instructores respondía: "Hay que explicar a los automovilistas, con la mayor amabilidad, el por qué de la manifestación, y aun dar indicaciones adecuadas para que los que lleven prisa se desvíen a tiempo y eviten el embotellamiento, cosa que la policía nunca hace. Tomando estas precauciones -dijo Rodrigo Amerlinck- "en lugares donde se han realizado grandes manifestaciones públicas, como en Chihuahua, se consiguió no sólo la tolerancia de los automovilistas afectados, sino inclusive su ayuda y participación". En Ciudad Juárez, agrega el memorioso tecleador, los panistas llegaron a cerrar durante horas el cruce internacional de automóviles mediante el recurso simple de sentarse en masa en los últimos metros de tierra mexicana antes de llegar a las aduanas gringas... ¡Hasta ¿mañana?!
Julio Hernéndez López. Astillero. La Jornada.
Entender la dimensión de la protesta contra la defraudación electoral es difícil cuando se atienden solamente los detalles de lo inmediato, de la molestia por las tardanzas y los impedimentos, de la congestión vehicular y del incumplimiento de citas, compromisos y labores. Esa natural preocupación por lo urgente (la vialidad más o menos transitable) ha pegado incluso a segmentos de seguidores del movimiento lopezobradorista, quienes consideran que la obstrucción de avenidas capitalinas principales genera descontento y mina la base social de apoyo a quien ha sido el candidato presidencial de una coalición encabezada por el PRD.
Difícil, rasposa y controversial , la toma del asfalto más preciado del país es una confirmación de que el movimiento de defensa del voto ciudadano no está dispuesto a venderse o a entrar en negociaciones turbias de las que el líder actual salga convertido en héroe cívico a conveniencia de los intereses que decía combatir. Hay una definición (un deslinde, un despunte) que va más allá de lo electoral y lo partidista, y por ello es que en principio esa determinación de dar pasos firmes hacia delante crea conflicto y confusión en quienes pudieran haber creído que ganar el poder para un proyecto distinto (con todo y sus múltiples y densas contradicciones y errores) sería un simple picnic electoral a cuyo final los poderes confabulados aceptarían por las buenas su derrota y transferirían, con estilo suizo, el gobierno al contrincante estigmatizado.
Siendo un reto a lo establecido y, en el fondo, un avance hacia escalones más altos de la lucha social, el movimiento tendido desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos generará una reacción más encendida y peligrosa de esos intereses dominantes que se sienten íntimamente agraviados por el plantón popular (hay ricos que consideran una imperdonable violación a sus fueros que el campamento haya cruzado las vías férreas que pasando Paseo de la Reforma y Periférico, rumbo a las Lomas, han constituido una especie de frontera entre la gran riqueza y el resto de la ciudad). Ese enfurecimiento de clase va más allá de la explicable irritación colectiva por los problemas viales en sí: ya antes en esos ámbitos de extremo lujo se solía hablar de asesinatos políticos como soluciones baratas al conflicto social; ahora la tentación de la violencia inducida es casi una obligación reivindicatoria para los privilegios confrontados.
Los riesgos de la violencia están a la vista. Como en la etapa del desafuero, Vicente Fox escucha protestas por donde quiera que va. Ayer, en Aguascalientes -otro de los estados de gran rapacidad panista- hubo coros promoviendo el recuento de votos. En otras entidades, como Durango, policías locales y miembros del Estado Mayor Presidencial obstruyen a manifestantes, como quedó grabado en este video . Pero, sea porque en efecto hay movimientos que llaman a sospecha y a alarma, o porque la tensión aguza la vista y acaso magnifica detalles, hay ciudadanos que creen percibir maniobras raras. Lectores identificados, pero cuyo nombre será guardado en secreto por esta columna, reportan que por el rumbo de Tepito se están organizando grupos de choque para provocar y, en su caso, desalojar a quienes están en campamento contra el fraude electoral. A otro lector, que ayer venía del aeropuerto capitalino por Viaducto, le llamó la atención ver cinco camiones del Ejército que llevaban soldados vestidos de civil, lo cual "no sería extraño por sí mismo, pero sí el que en uno de ellos venían todos los soldados vestidos como campesinos, soldados maduros usando sombrero de faena de campo; en otro venían únicamente soldados adolescentes, vestidos como chavos banda, y en los otros camiones venían combinados".
De algo sí hay que estar absolutamente seguros: el conflicto político y social de hoy no es, de ninguna manera, un problema vial, y lo que está en juego no son las molestias o incomodidades de unos cuantos días o semanas, sino el futuro de una nación secuestrada por unos cuantos bucaneros tripulantes de poder que obviamente no quieren soltar pacíficamente la conducción del vehículo que tantas ganancias les ha dado.
Astillas:
Según el reportaje de Mary Lou Dabdoub, publicado en la revista Contenido de julio de 1988 (de la que ya se publicaron extractos aquí), "una señora elegante, como de 50 años de edad, planteó objeciones prácticas" a los instructores de la Resistencia Civil Activa y Pacífica (Recap) que organizaban panistas, entre los que estaban Salvador Carranza Abascal, Héctor Valenzuela y Rodrigo y Fernando Amerlinck: "¿Cómo protestar en público, masivamente, sin afectar los derechos de terceros, por ejemplo los automovilistas que soportan embotellamientos provocados por las marchas y manifestaciones?" Uno de los instructores respondía: "Hay que explicar a los automovilistas, con la mayor amabilidad, el por qué de la manifestación, y aun dar indicaciones adecuadas para que los que lleven prisa se desvíen a tiempo y eviten el embotellamiento, cosa que la policía nunca hace. Tomando estas precauciones -dijo Rodrigo Amerlinck- "en lugares donde se han realizado grandes manifestaciones públicas, como en Chihuahua, se consiguió no sólo la tolerancia de los automovilistas afectados, sino inclusive su ayuda y participación". En Ciudad Juárez, agrega el memorioso tecleador, los panistas llegaron a cerrar durante horas el cruce internacional de automóviles mediante el recurso simple de sentarse en masa en los últimos metros de tierra mexicana antes de llegar a las aduanas gringas... ¡Hasta ¿mañana?!
Julio Hernéndez López. Astillero. La Jornada.
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