miércoles

Como si hubiera sido ayer

Tenango




Hoy el cielo está despejado, anunciando la helada de la madrugada. El viento sopla frío, húmedo y trae consigo un olor a tierra mojada que indica que la nevada puede estar cerca. En Tenango hay fiesta y los señores de la red han venido con nosotros.


Los castillos de fuegos artificiales se adueñan de la quietud de la noche, los colores son vivos, rojos, azules, verdes, morados, metálicos; de pronto la alquimia de los antiguos resurge y areciera que por un momento el tiempo se detuvo y aún estamos en busca de la piedra filosofal. Hay ruido, hay baile, hay pan. Si un pintor ciego quisiera pintar escuchando, no pdría hacer más que un tumulto oscuro; pero los aromas le darían una imágen tan nítida que se quedaría a vivir aquí.


Cuentan los viejos que hace mucho años, había una casa en una lomita que hoy es el calvario. A esa casa un buen día de enero llegó un arriero con su carga de mercancías y de noticias del mundo. Este arriero, al parecer con mucha prisa, pidió al dueño de la casa que cuidara sus cajas, que tenían fruta, una fruta que aún estaba verde y por ello aguantaría hasta que el hombre regresara por ella y llevarla posiblemente a Toluca. El dueño de la casa aceptó y así quedó el trato, la fruta guardada, el arriero partiendo y el casero esperando; sin embargo, con el paso de los días, nadie reclamó más las cajas, viendo esto, el dueño de la casa pensó que la mercanía estaría madura por el maravilloso olor que desprendía; y decidió abrir cada una de esas cajas. Al abrir una de ellas, sucedió algo milagroso. El hombre que originalmente había dejado las cajas en la casa estaba ahí, convertido en la estatua de madera que aún se venera cada 15 de enero en mi querido pueblo, con el nombre de Nuestro Padre Jesús. A mi me lo platicaron y así se los digo yo, yo ni le quito ni agrego nada, pero si Jesús quiso estar con nosotros, por algo debió ser.


Mientras Tenango resplandece en la noche, el cerro con sus templos nos mira y, de algún modo, sabemos que los dioses antiguos están aún con nosotros, en el fuego, en el cielo, en la tierra, en el viento; los magueyes aún están aquí y la estatua aún es un producto de la tierra. han pasado cientos de años y nada ha cambiado. Tadavía, si usamos la imaginación, con cada castillo, podemos ver a lo lejos las redes de pesca, el enemigo rendido a la muralla, todo mezclado con los fusiles y los sombreros zapatistas. Tenango está de fiesta y mientras las pirámides no digan lo contrario, estamos vivos, vivos por los recuerdos y vivos para ser recordados.