domingo

No te creas, es difícil hasta para él.


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Mamá, no es necesario que te vayas para que estés ausente. A lo mejor un buen día te levantaste y te viste al espejo pensando que eras tú, pero te era difícil reconocerte y fue en ese momento que decidiste cambiar, nadie de nosotros sabe si para bien o para mal, pero cambiaste, te dejaste llevar hacia un lado que no conocíamos del todo también por tu culpa, el del miedo, el de la incertidumbre, el de la melancolía, el de la impotencia. A lo mejor quisite ser agua y viento, quisite jugar a que no nos hacías falta, a ver la casa sin ti.

Yo te escucho caminar por aquí y por allá, y tus pasos no son los de antes, aunque debe ser porque ya no eres la de antes; sin embargo extraño verte sentada frente a los malvones y los geranios (y ni digamos de tu hoja amada) quitándoles las hojas y las ramas secas y, a lo mejor, contándoles alguna historia de cuando ella y yo éramos niños. Me acuerdo que hasta el perro se ponía muy atento con sus orejas paradas y sus ojos de canica café muy fijos en tus palabras. Tú pensabas que esperaba que le dieras algo de comer, pero ahora sé (y tú lo sabrías si pusieras atención) que era porque le gustaba verte y escucharte, quizá tanto como a mí. Los pasos que ahora das ya no te dan el tiempo ni siquiera de fijarte en que la tierra está seca y que te extrañamos mucho. Hasta recuerdo que el viento soplaba a tu alrededor sólo para hacerte enojar y escucharte mandarme barrer el patio ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas de cuando sacabas un silla y te ponías a pelar nueces y a pelear con los pájaros? Yo si me acuerdo muy bien.

Yo pensaba que teníamos una vida simple, llena de costumbres que ni sabíamos de donde venían, ir aquí y allá los sábados por la tarde y los domingos a medio día. Hasta debo confesarte que me gustaría ir a misa, que hace mucho que no vamos. Con gusto rezaría con todas mis fuerzas si tan sólo un día fueras con ese semblante de hace apenas unos meses. Dicen que veinte años no es nada, yo digo que seis meses es una vida completa, o más y no pienso en aquellos que mueren apenas antes del pirmer semestre, pero cuánto hemos cambiado en ese tiempo. Yo no quiero que te vayas más, quiero que estés conmigo porque me haces mucha falta o, mejor dicho, nos haces mucha falta. Necesitamos oír tus regaños, tus pláticas de los alumnos que te hacen enojar, quiero verte comer una buena salsa roja picante o una mordida de chiles manzanos; es más hasta quiero volver a oírte toser de vez en cuando por la casa. Quiero nuestra vida simple, sin tragedias y sin glorias.

Tú hoy no te das cuenta de nada de esto porque estás ocupada pensando en mil cosas que tenemos que hacer después de que todo esto pase. Tenemos que regresar a Teotihuacan y correr hasta la cima de la pirámide del Sol, ir a las grutas esas que sólo papá conoce, quiero contarte mil cosas que hasta ahora sólo imaginas por mis gestos y ademanes. La vida no será igual que en los tiempos de los que te platico, será mejor, pero sólo si tu quieres estar ahí con nosotros, si no, mejor sería no seguir, porque ese si es un descampado que no quiero explorar.

Te queremos y te queremos de vuelta. Si uno de estos días cambias de opinión y te encuentras con que nsootros somos más vulnerables si tu no estás, avísame para hacer una fiesta, una fiesta pequeña, de seis personas, avísame para estar feliz, para dormir tranquilo y para volver a vivir como tu me lo pediste: en paz y feliz.

P. D. No vuelvas a preguntarme lo que me preguntaste la otra vez; la respuesta, morir.