sábado

Memorias (fragmentos de cariño atrapados en el tiempo)


"Se compone de descompuesto"

(Es que no hallé mejor frase para comenzar)

Un sorbo grande de aire y comienzo a escribir una de esas cosas que a veces uno piensa durante veintitantos años y no termina por cuajar nunca. No creas que se me ha olvidado del todo, es que a veces pareciera que mi cabeza está en otros terrenos, pero la realidad es que no puedo olvidarlo aunque quiera. Te confieso que durante casi un mes he tratado de exprimir mi cabeza, tan maltrecha por esas cosas de las que tanto me aparté mientras pude, pero que hoy no puedo dejar, para obtener algo así como un cuento, pero bien pronto me di cuenta de que había cosas más importantes que mi imaginación apagada y comencé a recordar. Al hacerlo me encontré con que la vida a tu lado ha sido poco menos que un suspiro... ¡Qué rápido vuelan los años!

Y volaron tanto que la tarde de a poco se puso oscura y comenzó a llover (y yo con mi maldita fijación por la lluvia)...

...Supongo que en ese entonces los tiempo eran muy diferentes a los de ahora. Debieron serlo, porque entonces ambos montábamos a caballo, con nombres diferentes y todos los días cruzábamos la puerta del gran rancho, siempre cobijados por la sombra del pino grande que, recientemente, cortaron para convertirlo en una pequeña cabaña y así concluyendo con uno de los recuerdos de nuestras vidas...

¿Dices que no te acuerdas?

...Me parece como si hubera sido ayer. Aunque entonces hasta el clima era distinto, porque no sucedían estos chaparrones repentinos y acostumbrabamos ver llover todo el día y, aún así, salir a las calles, entonces empedradas del brazo de mamá, colgados de ahí para cubrirnos als cabezas bajo el paraguas. Algunas cosas han cambiado, por ejemplo la calle, la gente, la vida misma, pero otras han pasado por la historia tan invariables como el primer día. De eso es de lo que te debes acordar...

...Desde la penumbra del sueño te vi mil veces levantada, siempre sin zapatos y calcetines con rumbo a mi cama porque, según tú tenías miedo. Yo nunca comprendí muy bien tu miedo al espejo del ropero café. Ni siquiera es muy grande y, además de eso, nos dimos a la tarea de hacerlo aún más pequeño con las miles de estampitas que pegamos a lo largo de su perímetro. Yo pienso ahora que entonces no tenías miedo, sino que no querías dormir sola o, como muchas otras veces, sólo querías hacer las cosas incorrectas para que después yo tuviera que hacerte enojar para explicarte lo corecto. Así y todo, recuerdo muy bien tus cabellos, los que quedaban fuera de la trenza, alborotados y tu cara de sueño, nunca te lo dije, pero me daba mucho gusto que fueras siempre a mi cama, aunque no hubiera más de dos pasos entre ambas...

...Fue por esas épocas cuando comenzamos a construir cuidades de arena. No sé que sea lo que más recuerde, si los túneles y puentes, o la fijación que teníamos por hacer presas en cada arroyito que se nos cruzaba por el camino. Construimos más de mil, de eso estoy seguro. Unos mejores que otros, aunque, por lo precoz de nuestra iniciativa, nunca superaron la marca de dos semanas. Ni modo, nuestras pirámides temieron al tiempo, pero con cuanto gusto escribo estas palabras refiriéndome a un viaje de arena ya con muchos años. En ese tiempo, la casa no era la casa de hoy y tu bien sabes que había espacio de sobra para casi cualquier cosa, desde los renacuajos encerrados en las latas, hasta para nuestros queridos perros. Cuatro, por si ya lo olvidaste, con nombres eternos y tan dulces que no mencionaré para no arruinar su escencia etérea (ganada a pulso) materializandolos en vulgares letras. Entonces tu y yo corríamos entre las montañas y los lazos del tendedero y como reíamos. En medio de nuestra vida simple, yo no sé si por la edad o por el tiempo, fuimos felices, como quizás nunca volvamos a serlo...

...Y de repente te conté que me gustaban los camiones. Tuvo que ser ya que toda la vida que conocíamos, estaba ligada indisolublemente a ellos. Y comenzamos a viajar, del norte al sur en un noches llenas de risas y tranquilidad. Aun recuerdo bien la sensación de paz que tenía yo al volante, viéndote la cara por el retrovisor, unas veces dormida, otras veces platicadora, pero siempre tú...

Siempre tú, como ha sido desde que recuerdo (que para mí es el primer día). Siempre tú, amada compañera, siempre tu a mi lado, siempre tú dándome valor, regalándome sonrisas de la nada, haciendo mi vida más fácil; y para ser sincero, haciendo mi vida más vida de lo que era cuando tu no estabas conmigo. Gracias, te quiero.

P. D. De ellos no pude hablar, aunque si están presentes en mi sueños todavia, porque los ojos se me llenaron de lágrimas al recordar y no pude ver lo que escribía... Ojalá no lo olvides nunca, porque estas memorias morirían si ello ocurriese...

(Y si lo publiqué hoy es por si me falta el tiempo)