jueves

Producto en cuarentena


"No hay trabajo malo, lo malo es trabajar" - Don Ramón


Dentro de la oficina no se me ocurren muchas cosas para escribir que no sean concernientes a mi trabajo (¡porque les aviso que ya tengo uno!). Por eso es que no he escrito demasiado porque resulta muy aburrido estar siempre hablando del trabajo. Aún más aburrido es encontrarte con varios de tus ex compañeros (con quienes compartías todo) y te encuentres hablando sólo de -¿cómo te va en el trabajo?- A mi me da mucha pena, pero me da todavía más flojera terminar siempre hablando de lo mismo. ¿Realmente no hay más cosas en nuestra vida? Quien sabe, por eso a mí no me da mucha emoción ver a todos mis ex compañeros... Me gusta ver a mis amigos, aunque he de confesar que hasta con ellos hay que hacer un poco de selección a veces, porque no son muy amantes de la conversación.


A la hora de ver a mis amigos siento una especie de nostalgia (aquí ya estoy hablando de mis amigos, que no es lo mismo que ex compañeros excepto para un caso), hace apenas unos pocos meses aún estábamos dándonos de topes contra las paredes de la facu por que no terminabamos las prácticas y hoy nos encontramos hechos un manojo de nervios por la falta de tiempo, o somos seres enteramente aburridos y con esa maldita certeza de que hay que ir a trabajar. Yo envidio a las personas que no tienen trabajo, pero no a las que les preocupa no tener dinero. Para terminar pronto, envidio a los indigentes, a los malabaristas de esquina, a los faquires de semáforo, a los limosneros del metro, ellos si que saben como vivir sin ser esclavos. ¿No se han dado cuenta que, por ejemplo, los malabaristas de esquina disfrutan de su acto? Uno pasa donde ellos y piensa muy tontamente (o hasta inocentemente) "pobres". No, pobre tú que tienes que pasar por ahí, pobre de tí que no puedes salir corriendo porque el tráfico está pesado y no puedes abandonar el auto; porque ellos lo gozan, ellos lo hacen por amor al arte y, cuando se aburren, simplemente toman sus pies y se van de ahí. Asi de simple. Desgraciadamente el título universitario lo arruina todo.

Yo extraño ser desempleado. Creo que nunca antes me sentí como en aquella muy corta etapa de mi vida. No tenía, por un lado, que preocuparme por la escuela, ni tenía que venir todos los días a esta malvada oficina blanca. Salía a la calle, andaba con calma, escribía (cosas que no publicaré jamás), fantaseaba y hacía planes; en una sola palabra, pensaba. Yo pensaba en los ojos de alguien, en su boca, en su cuerpo y cuando la veía, el cielo de abría. Hoy ni eso, porque no puedo verla más. Es un pensamiento muy cursi, pero es así. Hoy no hago más que estar pensando en desmopresinas, mesalazinas, FSH, hCG y demás cosas que hacen bien a la gente, pero que a mí me llenan la vida de vacío. No, definitivamente no hago mi trabajo por gusto y eso me preocupa mucho, porque entonces elegí mal mi vocación. O a lo mejor sólo estaba equivocado. Yo pensaba que ser químico era lo más fantástico del mundo, hacer miles de experimentos con sustancias que olian a rayos, que quemaban, que producían cáncer, que dañaban los pulmones; eso era mi vida. Todavía con las radiaciones era más dificil porque no se ven, pero que feliz fui. Hoy sólo me quejo. Porque de químco (titulado y con honores) pasé a ser secretario de alto nivel (¡que bueno que tomé aquellos cursos de mecanografía!), eso es para derpimir ¿no?

Debe ser la falta de costumbre. Pero esa es una de las cosas que nunca he querido hacer, acostumbrarme, porque cuando ese maldito verbo se hace prsente, todo el sentimiento y el goce de lo que uno hace se desvanece. Debe ser horrible levantarse temprano y no notar las estrellas opacadas de a poquito por el sol, o perderse del detalle maravilloso del juego de colores que antecede a la salida del astro Rey, o de la increible habilidad de coordinar pies y manos del conductor de los camiones en ruinas que nos transportan. A mí me parecería una pérdida insondable no poder asombrarme con el viento, con la lluvia y hasta con el olor del Río Lerma. No, en definitiva, antes que me acostumbre a trabajar renunciaré.

En fin, para hacer aún más patente mi queja, tengo que hacer algo y terminarlo antes de las 11, para no salir a las 20... Definitivamente, estoy jodido.

P. D. Pero que nadie piense que me disguta mi trabajo, es sólo un momento de crisis.