viernes

Mi papaya



A Yuri la conocí cuando íbamos en segundo semestre y, durante muchos meses, en serio muchos, cambié su nombre por el de Vicky. Nunca entenderé el por qué de esta tonta confusión ya que no hay nada en ellas similar, por lo menos en sus físicos. En fin. Fueron años, ¡sí, años! en los que ella no fue para mí más que una compañera o una "cuate" más del clan, al cual fui invitado durante mucho tiempo.


No recuerdo para nada (por estupidez) cuándo fue la primera vez que hablé con ella durante más de 2 minutos. Pero sí recuerdo cuál fue la segunda (No traten de confundirme, estoy seguro de mi cronología), una tarde de flojera en la que todos regresábamos del centro hacia la escuela. Por ese entonces la relación con Gris se había roto, por lo cual me entontraba solo dentro del universo y no sabía bien hacia donde dirigir la mirada (y no solo la mirada sino el pensamiento en general). Entonces, sin más ella comezó a hablar y yo a contestar, como gente educada. En aquella ocasión hablamos de política y de como el neoliberalismo brutal estaba cambiando nuestras vidas, evidentemente yo defendía a mi pueblo y ella deseaba deshacerse de él. Caminamos juntos y sin más, quedamos aislados del grupo por la idea de pasar a comparar un cocktel de frutas en un carrito callejero. Nos hicimos como dos horas en ese trayecto y yo por entonces ni me imaginaba todo lo que ella llegaría a significar en mi vida.


Caminamos un aproximado de 4453679821376 kilómetros y durante esos paseos se dijeron varias moles de palabras, bastante carentes de sentido muchas de ellas, pero se dijeron. Conocí muhcas cosas a su lado, cosas tan lindas y tan simples que simplemente me dejaron sin aliento en su momento, como aquél sitio en donde se ve la curvatura de la tierra o la tierra de diferentes colores. Tendrían ustedes que ir a esos lugares para ver lo que nosotros pudimos. Aún recuerdo lo mucho que me gustaba ir a su pueblo a sabiendas de que la tarde transcurriría llena de paz. Porque si en algo me ayudo ella en la vida fue a salir de un hoyo bien negro y retorcido en el que me había metido. Gracias por haber comenzado a iluminar el camino...

No. Los pueblos fantasmas y todo lo demás lo dejo para mí.

Esta es pues la historia de mi papaya.

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