Powered by
CastpostYo creo en las hadas, sus cuentos y sus aventuras, sobre todo aquellas que hablan de tus ojos. Cada noche, con nubes o sin ellas; con estrellas y sin ellas yo me siento a esperar la oscuridad, pero también, veo de entre los árboles una luz y de la luz, la voz que esa noche tartará de convencerme de que no hay límites. Aunque estoy convencido de que las voces vienen de dentro de mi cabeza, lo primero que hacen siempre es saludarme, a veces con delicadeza, otras con cortesía y algunas otras por la simple costumbre. En la arena mojada, con la cabeza siempre viendo hacia donde creo que es el cielo, me limito a escuchar, mientras me quedo dormido y sueño contigo...
Anoche por ejemplo, soñé que tú eras el mar y que dentro de ti vivían todas las cosas maravillosas que se puedan ver, los hombres, los peces, las ballenas, todo cuanto cupiera en la imaginación. Te vi dormida, mar en calma; llena de luces, de calamares fosforescentes y, sobre todo, del reflejo del cielo, las estrellas y la luna hacían de ti un espejo en el que se reflejaban limpios, puros. Había un sólo pájaro que volaba, pero era más bien un mudo espectador y no un participante del sueño; allá lejos, los hombre tiraban las últimas, o las primeras, redes del día. Yo soy el viento. Sobre mí, pocas cosas, nací en montañas altas, unas que nunca has visto, rodeado por las nubes y las cumbres, acariciado de primera mano por el Sol. Cuando aparezco en el cuadro, tú sólo te limitas a batir tus olas y, si algunas ganas tienes, hacemos una bruma que cubre casi toda la costa, nos divertimos con los pescadores y las gaviotas que miraban el paisaje, ocultamos las nubes, las estrellas y cualquier otro astro que observador alguno quiera ver; hacemos un secreto, creamos el desierto y platicamos de la vida, de la tuya, de la mía, de la de los demás. Otras veces, nos portamos sólo como compañeros, ni tu me tocas ni yo lo hago, simplemente estamos ahí, sin hablarnos, viéndonos el uno al otro esperando que alguno quiera acabar con el silencio que termina por vencernos dejándonos a uno libre del otro; unidos por línea del horizonte, esperando a que un pintor venga y nos inmortalice juntos. A veces somos enemigos y luchamos creando huracanes y llueve durante mucho tiempo; semanas, meses, años y después del tiempo, tiempo y, después de la lluvia, la calma. La música de la vida regresa y yo debo irme a renacer allá arriba, tu aquí te quedarás pensando, tal vez, que al fin me iré para siempre, pero en la región abisal de tus sentimientos, sabes que de un modo u otro, siempre volveré...
Hoy quiero ser un guerrero, tomar el caballo, las armas; llamarte princesa y liberarte. ¿Liberarte? ¿No será que el que nunca ha visto la libertad soy yo? Tal vez, y sólo tal vez, tu seas un ángel libertador, con espada flameante, luz en los ojos y expresión luminosa. Sí, eso eres. Tú luchas contra los demonios de la memoria, los haces correr, los salpicas de lava ardiente, los llenas con la furia de la tierra. Yo sólo soy un hombre, lleno de todas las cosas que los hombres tienen, valor, coraje, determinación, amor; pero también tengo miedo, miedo de no verte jamás, de tenerte perdida para siempre como si fueras la Atlántida, como si fueras humo, como si fueras la hoja del árbol que nunca existió. Como estás oculta, yo no sé quien eres, ni tú tampoco, aunque me has visto desde hace tiempo. Yo soy un caballero sólo por que tú eres el grial al que debo encontrar. Si yo me llamo hombre, es sólo porque tú te llamas mujer, si es que es es tu nombre...
Al amanecer casi todo desaparece, menos el recuerdo y la esperanza de quien ha visto la lluvia caer en los llanos. Si la fe mueve montañas, a lo mejor yo pueda hacer agachar a una montaña, quien sabe, hacer cosas imposibles.