sábado

¡Chivas!


Nunca he estado ahí, pero imagino al estadio Jalisco como una especie de calvario cuando veo las caras del enemigo, llenas de miedo, de sudor en la frente y en las cuales se adivina el sabor amargo del miedo, el mismo que siente el toro al salir al redondel. Miedo que aún tu más grande enemigo, del cual no haré mención, ha sentido. Porque no es sólo cuestión de ruido, se sabe, por la lógica pura que da la edad y el buen gusto, que el rojiblanco (color que se ha inventado gracias a ti) es más lindo y poderoso que el amarillo.

Yo he visto todos tus partidos desde que me acuerdo y por más que hago memoria, aún con los libros, es difícil encontrar a algún equipo que no haya caído frente a ti en tu casa. Porque aún fuera de ella eres grande, el más grande de México y tal vez uno de los más grandes del planeta, de no ser así ¿por qué entonces serías algo como una religión para más de la mitad de un país tan grande como México?

Yo sé la razón, Juegas con 11 mexicanos y al hacerlo desafías al mundo entero, como lo hacemos todos en la lucha diaria. Te vemos sufrir en la cancha y así haces un homenaje al pueblo al que representas, ese que cada vez sale con más vehemencia a apoyarte ya que a tu lado se siente seguro y cómodo. Tu tienes a tu gente y ellos te tienen a ti, comunicados casi celestialmente por ese grito que hace retumbar a la tierra misma cada vez que la voz de tu hogar lo grita a los cuatro vientos: "¡Chivas, chivas...!"; y si lo grita es para que todos sepan que ese terreno es sagrado y hace saber a los contrarios que están a punto de pisar pasto sagrado, de ese que hablan las sagradas escrituras y en donde los viejos cronistas señalan que jugaron "Chava" Reyes, "Tubo" Gómez, el "Bigotón" Jasso, el "Jamaicón" Villegas y toda esa pléyade de héroes que te dieron la vida y que nuestros abuelos recuerdan; a nosotros nos queda alabar ese pasado porque lo traemos en las venas como el instinto de respirar o de comer.

Es cierto que yo sólo te he visto campeón tres veces, y en una de ellas yo tenía apenas 2 años, sin embargo es necesario que sepas que nunca me has decepcionado. Que siempre que hay que batirse por la vida tu lo haces con una gallardía que roza siempre en lo apoteósico y que nos deja extasiados hasta en la derrota. Porque mientras otros hacen el ridículo simplemente perdiendo, tu no dejas nunca de alzar los brazos, como el buen boxeador de pueblo, como el "Púas" lo hacía, aún estando derrotado buscas siempre dar el golpe que mate, qué importa que éste no llegue, si nosotros creemos que así será y estaremos ahí para cuando suceda. Si la esperanza tuviera un mote sería el de "Rebaño Sagrado" y si la fe tuviera una bandera, ésta debería ser a rayas rojiblancas.

Yo sé que bien poco de nuevo podré decir sobre ti. Que te amo quizá lo sea, que desde mi trinchera siempre lo he hecho, porque mi madre, mi hermana, mi novia y mis grandes amigos siempre te han seguido a donde vayas ¿cómo no iba a sentirme al borde de las lágrimas cuando perdías? Tu playera sagrada siempre me ha hecho recordar que para donde uno mire no se está solo y que por más diferencias que pueda haber entre nosotros, nos unificas bajo una sola bandera e, inclusive, te atreves a ir más allá de las fronteras del país para abrazar con tus brazos a gringos, ticos, chapines y a casi cualquiera que se siente bien entre amigos.

Sé que tu sabes donde están tus raíces así que no tengo que pedirte que no nos dejes nunca, haznos recordar que el futuro es maravilloso, haznos saber que siempre se puede y que como pueblo somos tan poderosos y libres como lo eres tú. Gracias Chivas hermanos.

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