martes

Choro ambientalista


El calentamiento global no es uno de los temas que más me quite el sueño, de hecho, estoy de aceurdo con Marcelino Pereyó que piensa que el mundo está lejos de consumirse en un calor agobiante, que derrita los polos y tales cosas; es cierto que la tierra está cambiando y nosotros hemos acelerado ese cambio, pero de todos modos, era irreversible. Históricamente sería complicado para mí explicarlo porque hay muchas cosas que no sé, pero antes de nuestra era se vieron cambios climáticos que desencadenaron extinciones masivas de forma natural (o sea sin nosotros, porque al final e cuentas, nosotros seguimos siendo una cosa natural, con todo y nuestros inventos "artificiales"). Hoy aún es la naturaleza la que quiere deshacerse de nosotros, pero igual no es de esto de lo que quiero hablar.

Algo que de verdad si me duele es todo lo malo que hemos hecho con nuestro mundo. Hace 25 años, yo estaba apenas en la panza de mi mamá y todo parecía bien. Frente a la que hoy es mi casa había un monte hermoso, pletórico de árboles que le dan su nombre de "Monte azul"; las ciudades eran infinitamente menores de lo que son ahora y la contaminación del agua (comprar agua embotellada era para los que no podían tener un pozo en su casa) era apenas un problema letente, pero que no debió ser por principio de cuentas. En menos de un cuarto de siglo, las ciudades han crecido de manera exhorbitante, el agua ya no se puede tomar si no es "De los Ángeles" y el aire y los árboles están pasando a ser un cuento de fantástico, lleno de venados, zorrillos, conejos, serpientes, águilas, halcones, zopilotes, coyotes, cacomixtles, tortugas, peces, garzas... Hoy no queda mucho.

No pretendo hacer una teoría que explique toda esta situación. Nohé el otro día nos dio una muy buena que se basaba en la falta de amor y yo digo que es cierto. Nos hace falta amor por algo que no seamos nosotros y que no se escriba con signo de pesos (dólares o euros). Cuando nuestros abuelos mexicanos estuvieron en el mundo sintieron un profundo respeto por la naturaleza, de ahí que adoraran a la lluvia, la tierra, el sol, las plantas, los animales, las montañas, los volcanes y casi cualquier elemento natural; no porque fueran tontos o porque su alma estuviera menos desarrollada que la nuestra, sino porque sabían de la importancia que tenía el mundo, que un árbol no podía ser talado sin recibir un castigo a cambio, que un conejo no podía morir sin antes pedir permiso para quitarle la vida; los abuelos sabían que el cielo un día se detendría si le hiciéramos algún daño al universo que nos rodeaba. Ellos tuvieron la enorme capacidad para entender que nosotros no somos, ni fuimos jamás los reyes de la creación, sino un grano de arena más, eso sí, con la capacidad de contemplar y maravillarse con todo lo que nos había sido dado. Si nosotros fuéramos ellos, sería otra cosa, estamos ciegos.

Hoy, sumergidos en una sociedad que no sabe más allá de comprar y vender, no nos damos cuenta que por cada hambuerguesa que comemos un animal ha dejado de existir, que por cada 100000 hojas (si ustedes quieren) un árbol ha muerto; nos hemos alejado a tal grado de nuestra naturaleza que andamos por el mundo llenos de temor por lo que nos puede suceder cuando en realidad lo hemos sabido siempre.

Yo no busco salvar al mundo, porque no puedo, lo que yo quiero es cambiar a una sola persona. Espero lograrlo algún día.

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